
¡Nada es como debiera ser!*
Por: Mónica Zamora
Portada por: Dario Campos Cervera
*José Vasconcelos en “Libros que leo sentado y libros que leo de pie”.
Somos un palpitar de emociones efímeras y pensamientos que sin ser baladíes nos definen como individuos: vulnerables, arduos y tercos de conciencia; sin ser plenos ni inmortales buscamos la felicidad, requiriendo cargas de energía que nos recuerden el momento y la capacidad de sentir. Sin embargo, ¿cuáles opciones existen para cortar nuestras raíces que crecen cada día más sobre los paradigmas?
“Un libro noble siempre es fruto de desilusión y signo de protesta”, escribe José Vasconcelos en su texto Libros que leo sentado y libros que leo de pie (1922); de esta manera, el político, filósofo mexicano y primer Secretario de Educación Pública en México hace una distinción en la lectura, la cual marca el devenir de los diferentes modelos de textos que llegan a nuestras manos; los clasifica en dos categorías: los primeros libros en existencia son emocionantes, de disfrute, los que son amenos y nos entretienen con la cantidad de renglones escritos en delicada prosa, y en virtud de esto, no hay necesidad de exaltarnos, porque no existe la obligación de aislar el estado pleno de conformidad, y tampoco de gritar a conciencia las disconformidades y las ilusiones dañadas cubiertas por la no adaptación a la vida.
Por otro lado, se encuentran los títulos que requieren una cuidadosa elección, los libros que nos invitan a reflexionar, a vivir dejando la postura como lector, y la mayoría de las veces a rebelarnos, porque: “nacer es proclamarse inconforme” escribe Vasconcelos, de suerte que, no formemos parte de aquellas personas que nacen para no dudar de la realidad y contemplarla sin ser minuciosos para no exigir valerosamente ni reclamar lo que aquí no se encuentra. Algunos ejemplos de este género, como señala el autor mexicano son: Platón, Kant, Spinoza, Dante, los Evangelios, Schopenhauer, entre otros.
Pues, si las verdades son insuficientes para darle valor a la vida, entonces debemos empezar a alegrarnos por el sentimiento de miedo que nos invade al fracasar, al caernos y, especialmente, el terror por despegarnos a la vida, a lo cotidiano y a lo que subyace en lo certero. Por tanto, una opción para salvar el deleite y la incitación al descubrir nuevos mundos, creaciones y revelaciones es tener la oportunidad de leer apasionadamente una obra y profundizar en la intención de ésta.
Finalmente, por nuestras manos han frecuentado innumerables obras donde apaciblemente encontramos enseñanzas y consuelo, pero que no logran cuestionarnos acerca de las funciones de la vida, y a pesar del deleite no encontramos, como describe Vasconcelos, “el palpitar de conciencia que nos levanta como si sintiésemos revelado un nuevo aspecto de la creación; un nuevo aspecto que nos incita a movernos para llegar a contemplarlo entero”. Por consiguiente, antes de leer alguna obra deberíamos tener en cuenta esta clasificación sobre los libros; ya saben, por si las dudas, por si el sobresalto, por si la bella prosa, por si el deleite o por si la ambición y exigencia ante la inconformidad que hace levantarnos, que nos refuerza y en un momento al borde del temperamento renacemos buscando algo mejor…buscando la verdad y que sin engaños nos arranquemos de la multitud sumisa.
Fuentes
- José Vasconcelos. (1992) Libros que leo sentado y libros que leo de pie. México: Divagaciones Literarias.